La monarquía hispánica y el náhuatl

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La monarquía hispánica y el náhuatl
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Como ya sabrán, me encanta el náhuatl. Traduzco del náhuatl al inglés, doy clases de náhuatl en la universidad, escribo obras originales en náhuatl.

Pero hay algo que probablemente no sabían: la enorme influencia que el náhuatl ejerció sobre todo México y América Central no se debe solo a la expansión de la Triple Alianza (“el Imperio Azteca”). Tampoco puede explicarse completamente por el elevado estatus de esos aliados de España, los tlaxcaltecas, a pesar de que esa nación de habla náhuatl ayudara a establecer múltiples asentamientos en el extremo norte de Nueva España.

No, una tercera nación desempeñó un papel crucial en la expansión del náhuatl después de la conquista.

España.

Para entender las condiciones que llevaron a esta política lingüística, consideremos el Colegio de Santa Cruz. Establecido por los franciscanos en agosto de 1533 — construido en Tlatelolco, en el sitio de un antiguo calmécac o escuela aristocrática mexica — fue la primera universidad europea en las Américas. Su objetivo era preparar a los jóvenes indígenas para el sacerdocio, y sus estudiantes fueron instrumentales en el trabajo etnográfico de Bernardino de Sahagún, quien intentaba preservar lo que podía de la cultura nahua (azteca).

En el colegio, los sacerdotes usaban tres idiomas para enseñar: español, náhuatl y latín. Durante los 70 años que existió, la institución produjo pensadores indígenas multilingües que pasaron a dar forma a las esferas religiosas, intelectuales y sociales de la Nueva España. Andrés de Olmos es un ejemplo perfecto: ese graduado publicó la primera gramática del náhuatl en 1547, tres años antes de que apareciera la primera gramática del francés en Europa.

La Iglesia de Santiago Tlatelolco, donde se encontraba el Colegio de Santa Cruz. Wikipedia.

A pesar del impresionante trabajo en lengua nativa de los sacerdotes franciscanos y sus estudiantes, el rey Carlos V prohibió la enseñanza del náhuatl en Nueva Galicia (que corresponde a los actuales estados de Aguascalientes, Guanajuato, Colima, Jalisco, Nayarit y Zacatecas) en 1550. Consideró el proyecto demasiado peligroso: lo último que quería era que los nahuas de la altiplanicie mexicana pudieran comunicarse con otros grupos indígenas de la costa pacífica.

Sin embargo, al asumir el trono, su hijo Felipe II fue convencido por los franciscanos de que las lenguas indígenas eran el mejor vehículo para convertir y enseñar a los pueblos indígenas de las Américas.

Al ver lo útil que resultaba en la Ciudad de México, Felipe II emitió una cédula real o decreto en 1570: el náhuatl se convertiría en un idioma oficial de la Nueva España, facilitando la comunicación con los pueblos indígenas. Con el rey de su lado, los misioneros franciscanos comenzaron a enseñar náhuatl hasta El Salvador.

Esta es una de las razones por las que tantos lugares coloniales tienen nombres en náhuatl, incluso donde no se hablaba antes de la Conquista. Por supuesto, existían lenguas nahuanas relacionadas en Oaxaca (el pochuteco) y Centroamérica (el pipil o nawat) en el momento de la Conquista. Pero fue la política lingüística imperial la que inclinó la balanza.

Durante el siglo XVI y XVII, el náhuatl se convirtió en un lenguaje literario escrito. Ayudado por estudiantes del Colegio de Santa Cruz, el sacerdote franciscano Bernardino de Sahagún compiló su obra etnográfica masiva sobre los nahuas, ahora conocida como el Códice florentino. Fernando Alvarado Tezozómoc escribió su historia seminal de Tenochtitlan, la Crónica Mexicayotl. Otros recolectaron canciones náhuatl y crearon diccionarios y gramáticas. La Biblia fue traducida a esa lengua, pero quizás aún más importante fue el texto náhuatl del Huēyi Tlamāhuizōltica, que narra la aparición de la Virgen de Guadalupe en la colina de Tepeyac.

Los negocios y la religión cotidianos también se llevaron a cabo en náhuatl. Un gran número de testamentos, obras de teatro, poemas, registros de la corte, himnos religiosos, etc. fueron escritos en náhuatl durante esos 150 años. Hacia finales de este período, la misma Sor Juana Inés de la Cruz compuso un par de poemas en náhuatl.

Nos quedaron una buena cantidad de documentos en náhuatl, en gran parte debido a la decisión de España de elevar ese idioma. Al repasar los textos, el movimiento de la Nueva Filología (establecida por James Lockhart y otros) ha podido extraer información importante sobre la vida indígena durante el virreinato.

Sin embargo, algunos elementos de la Iglesia y el imperio no estuvieron de acuerdo con el rey Felipe II. En la década de 1590, a los niños indígenas que asistían a la escuela también se les empezó a enseñar español, y a las jóvenes indígenas recluidas en conventos no se les permitía hablar náhuatl.

Aún así, el náhuatl floreció.

Entonces, este sorprendente experimento lingüístico se detuvo de golpe. En 1696, Carlos II de España, el último de los Habsburgo en gobernar España, prohibió el uso de cualquier idioma que no fuera el español en todo el imperio.

Casi un siglo después, en 1770, Carlos III comenzó a buscar borrar todas las lenguas indígenas. El papel del náhuatl clásico en la literatura y la vida pública había terminado.

Menciono todo esto porque algunas personas hoy en día ven el náhuatl como una especie de lengua pan-mexicana que se puede usar para contrarrestar los efectos de un español impuesto por los colonizadores.

Pero el náhuatl también se impuso. Su naturaleza pan-mexicana es el resultado de imperialismo y conquista.

Es comprensible aunque demasiado fácil querer ver a los españoles del siglo XVI como monstruos. La monarquía hispánica pudo haber sido monstruosa, pero había muchos españoles buenos que admiraban y procuraban comprender a los indígenas de Mesoamérica.

Como la mayoría de las cosas en la vida, la historia es compleja y llena de tonos de gris.